No quiero que te marches
Y retengo tus manos
Para no perderte, para no perderme
Y retener un poco de mi infancia.
Mi infancia de muñecas de trapo,
Cosidas por tus manos.
De pan y torta,
Que la vieja del monte me mandaba
Cuando tú madrugabas
Para traer la leña del invierno y
que me dabas
Con manos amorosas.
Manos que tanto calor dieron
Tus manos y las mías se
están quedando heladas.
A. Cármenes
Estos días, en que han vuelto a mí tantos recuerdos, he
sentido la necesidad de escribir unas palabras como homenaje para ti y para todas esas mujeres campesinas
de tu generación y deciros que os admiro
profundamente por muchas cosas, por esos
valores que intentasteis
transmitirnos y que nosotras a veces
hemos dejado en el camino. Pero sobre todo porque fuisteis valientes, sabias,
generosas y alegres.
Afrontasteis con valentía los
duros años que os tocó vivir, sin quejas, trabajando de sol a sol para que
nosotros tuviéramos una vida mejor.
No necesitasteis libros,
congresos ni conferencias para saber que la lactancia materna era lo mejor para
vuestros hijos. Y además a demanda como
recomiendan ahora.
Sabíais atender partos, curar catarros, restañar
heridas, cuidar ancianos…acunar y abrazar a los vuestros amorosamente.
Erais las mejores haciendo
gorros, calcetines, bufandas …y muñecas de trapo.
Con muy pocos ingredientes a
veces solo huevos, pan y leche elaborabais las mejores recetas y no necesitabais destructurarlas para que supieran a gloria.
No conocíais la palabra solidaridad pero siempre estabais
dispuestas ayudar al que lo necesitaba, sin importaros el día o la hora. Y
compartíais vuestra comida con aquellos pobres de verdad, que acudían
periódicamente al pueblo y a los que nunca negasteis el pan y la sonrisa.
Amasteis a los animales y los
campos sin saber nada de ecología
cuidando de la naturaleza y adornabais
vuestra casa con lo que ella os ofrecía , ramos de flores, ramas secas,
recogidas , la mayoría de las veces, a la vuelta del duro trabajo.
Pienso que en muchas cosas
fuisteis más libres que nosotras. No os
deprimíais por unas arrugas, ni por unos
kilos de más, ni por no ir de vacaciones. Paseasteis, paseáis
algunas todavía, vuestra vejez con una
dignidad envidiable, aparentando sin rubor vuestra edad sin operaciones ni cosméticos.
Disfrutasteis al final de lo poco
que os dio la vida, pero sobre todo de los pequeños éxitos que conseguían
vuestros hijos y nietos sin daros cuenta
que casi todos eran obra vuestra. Pues
si algunos o muchos hemos tenido una
vida mejor, ha sido gracias a
vuestro trabajo y sobre todo a vuestras
renuncias.
Y todo lo habeis hecho sin pedir
nada a cambio y con una sonrisa. Os mereceis
más que estas pobres
palabras pero yo las escribo con
todo el cariño para mi madre y todas esas madres allí donde esten.